Cursores

miércoles, 29 de enero de 2014

Minerva es Atenea

Atenea, la diosa protectora de Atenas, es la figura más civilizada, sabia y culta del universo religioso de los griegos, donde abundaban las deidades familiarizadas con el crimen y escaseaban aquellas que alentaban el progreso del espíritu. Nació de la cabeza de Zeus, a quién le abrió el cráneo, según algunos, Prometeo, y según otros, el dios Hefesto. Los ojos de la diosa eran grandes y brillantes como los de una lechuza. Era la única deidad del Olimpo, al parecer, que reflexionaba antes de obrar, lo que suponía no poco mérito ante aquella tribu de salvajes incontinentes que poblaban el Olimpo.
Atenea era virgen--"la eterna doncella", la llamaban--, y aunque muchos dioses la pretendía, ella no aceptó nunca yacer con ninguno. Pese a que se le asocia con la guerra y a menudo la vemos armada con casco, lanza y escudo, no sentía especial pasión por la pelea y procuraba dirimir las disputas por medio de la negociación. Cuando luchaba al fin, siempre porque no le quedaba otro remedio, nadie era capaz de derrotarla, pues era mejor estratega que ningún dios o general. Su fuerza, pues, residía en su inteligencia y no en su valor. Diosa de las artes y de las ciencias, inventó cosas útiles y hermosas, como la olla, el arado, el carro, el barco, la flauta y la trompeta. También fue ella quien plantó el primer olivo.

                                                                                           Corazón de Ulises.

miércoles, 22 de enero de 2014

Mito de la creación de Roma


El Rey Numitor fue expulsado de su trono por su  hermano: Amulio, que asesinó a todos los hijos varones del rey,  pero dejo con vida a su hija , Rea Silvia ,que fue encarcelada y luego obligada a dar culto al dios Vesta asegurándose de esta  iba a permanecer virgen.
Un día  Rea Silvia estaba durmiendo en la orilla de un río y el dios Marte al verla se quedó impactado por su belleza y la violó, dejandola embarazada. Como consecuencia  nacieron  dos gemelos: Romulo y Remo.
  Dió a luz a los gemelos Romulo y Remo de descendencia divina. 
Luperca amamantando a Rómulo y Remo
 El rey Amulio se enteró condenó a Rea Silvia a muerte y a los mellizos Rómulo y Remo a ser arrojados al Tíber porque temía que Romulo y Remo quisieran recuperar el trono . Pero los esclavos encargados de cumplir el castigo se apiadaron de los pequeños y dejaron la canasta en la orilla del río, en ese lugar vivia una loba "Luperca"que al ver llorar de hambre a los niños los amamanto hasta que fueron descubiertos y criados por un pastor llamado Fáustulo y su esposa Larentia.
 Rómulo y Remo se enteraron de la verdadera historia de su nacimiento, mataron a Amulio y devolvieron ell trono a su abuelo Numitor, quien les entregó territorios al noroeste del Lacio.
  Los gemelos decidieron fundar una ciudad en el sitio donde fueron encontrados, pero estaban indecisos sobre el lugar exacto y también sobre quién de los dos debería ser el rey.
 Numitor les aconsejó estar atento a las señales. Mientras tanto Rómulo se instaló en la cima del Palatino y Remo en la del Aventino. Remo vió seis buitres volando sobre el lugar, e interpretó esto como la señal del lugar indicado, pero Rómulo vió doce buitres volando sobre el Palatino y decidieron que esta colina era la indicada para la nueva ciudad, y él sería el monarca.
Rómulo trazó el contorno de la ciudad con un arado y juró que mataría a quien pasara las imaginarias murallas de Roma sin unsas la puerta. Su hermano Remo pensó que lo dicho por Rómulo no lo aplicaría con el y cruzó la línea. Rómulo mató a Remo y se convirtió en rey de la nueva ciudad y arrepentido por la muerte de su hermano, llamó Roma a la ciudad a su honor .

miércoles, 15 de enero de 2014

La creación del mundo

Antes del mar, y de la tierra, y del cielo que todo lo cubre, en toda la extensión del orbe era un solo espacio que ofrecía la naturaleza. Se le llamó Caos; era una masa confusa y desordenada, no más que un peso inerte y un amontonamiento de gérmenes mal unidos y discordantes. Ningún Titán daba todavía al mundo su luz; tampoco Febe renovaba en su creciente los cuernos recién aparecidos. Ni la tierra se encontraba suspendida en medio de los aires que la rodeaban, en equilibrio por su propio peso, ni Anfitrite había extendido todavía sus brazos marcando los confines de la tierra firme. Y por dondequiera que había tierra, había también aire y agua, con lo que ni la tierra era sólida, ni vadeable el agua, ni el aire tenía ñuz; ningún elemento conservaba su propia figura. Cada uno era un obstáculo para los otros, porque en un solo cuerpo lo frío luchaba con lo caliente, lo húmedo con lo seco, lo blando con lo duro, y con lo desprovisto de peso lo que tenía peso.
A esta contienda puso fin un dios, una naturaleza mejor. Separó, en efecto, del cielo la tierra, y de la tierra las aguas, y apartó el límpido cielo del aire espeso. Y una vez que así despejó estos elementos y los sacó de la masa oscura, asignó a cada uno un lugar distinto y los unió en amigable concordia. [...] Empezó por aglomerar la tierra, para lograr que su superficie quedase igualada por todas partes, dándole la figura de un enorme globo. A continuación dispuso que los mares se extendiesen y que embraveciesen al soplo arrebatado de los vientos y que rodeasen las riberas de la tierra, ciñéndola. Añadió igualmente fuentes, enormes charcas y lagos, y aprisionó en tortuosas márgenes los ríos que se despeñan, de los cuales, según las comarcas, unos rean absorbidos por la tierra misma, y otros llegan al mar, y, recibidos en llanura de aguas más dilatadas, contra plyas se estrellas y no ya contra orillas. Mandótambién que se extendieran los campos, que se abatieran los valles, que las selvas se cubrieran de hojas, que los montes pedregosos se elevasen.

                                                                Metamorfosis, Libro I Ovidio

El Dios Apolo

Corren veloces el dios y la muchacha, él por la esperanza, ella por el temor. Sin embargo el perseguidor, ayudado por las alas del amor, es más rápido, se niega el descanso, acosa la espalda de la fugitiva y echa su aliento sobre los cabellos de ella que le ondean sobre el cuelo. Agotadas sus fuerzas, palideció; vencida por la fatiga de tan acelerada huida, mira las aguas del Peneo y dice: "Socórreme, padre; si los ríos tenéis un poder divino, destruye, cambiándola, esta figura por la que he gustado en demasía". Apenas acabó su plegaria cuando un pesado entorpecimiento se apodera de sus miembros; sus suaves  formas van siendo envueltas por una delgada corteza, sus cabellos crecen transformándose en hojas, en ramas sus brazos, sus pies un momento antes tan veloces quedan inmovilizados en raíces fijas; una arbórea copa posee el lugar de su cabeza; su esplendente belleza es lo único que de ella queda. Aun así sigue Febo amándola, y apoyando su mano en el tronco percibe como tiembla aún su pecho debajo de la corteza reciente; y estrechando en sus brazos las ramas, como si aún fueran miembros, besa la madera; pero la madera huye de sus besos.

                                                                                                  Ovidio, Metamorfosis, libro I.

miércoles, 8 de enero de 2014

Juno, Diosa celosa y vengativa.

La ciudadela de Roma y el Capitolio corrieron un grave peligro. Pues los galos, sea que hubiesen observado huellas humanas por donde había pasado el mensajero de Veyes, sea que por sí mismos hubiesen observado junto al templo de Cementa una roca fácil de subir, como una noche ligeramente iluminada primero hubiesen enviado delante a un hombre desarmado para que examinase el camino, y al que entregaban después las armas donde hubiese algún lugar abrupto, apoyándose unos a otros, ayudándose recíprocamente y tirando unos de los otros, conforme lo exigiese el lugar, lograron llegar a la cumbre en medio de un silencio tan grande que no solo engañaron a los guardianes, sino que ni siquiera despertaron a los perros, animal atento a los ruidos nocturnos. No engañaron a los gansos sagrados de Juno, a los que había protegido a pesar de la suma escasez de comida. Esto fue lo que les salvó; pues sus gritos y aleteos despertaron a M. Manlio, que había sido cónsul dos años antes y hombre distinguido en la guerra: tras coger de prisa las armas, se lanza al mismo tiempo que llama a los soldados a las armas y, mientras los demás corren precipitadamente, derriba con un golpe de su escudo a un galo que ya se había situado en la cima.

                                                Tito Livio, Los orígenes de Roma, Libro V.